miércoles, 16 de septiembre de 2009

El TALENTO PUEDE SALVAR TU VIDA (Parte II)

UN OJO AL GATO
EL TALENTO PUEDE SALVAR TU VIDA PARTE II
Por Christian Sandoval
“Verdaderamente, el hombre es el rey de los animales, o mejor dicho, el rey de los brutos, nada iguala su crueldad. Nuestra vida está hecha de la muerte ajena”.



Esta frase de Leonardo de Vinci, se refiere a la costumbre del ser humano de matar otros animales para satisfacer sus necesidades, sin importarle que esto les cause sufrimiento. Sí, Homo Sapiens es un ingrato: apalea a quien carga los costales que deberían estar en su espalda, maltrata al ser que nutrirá sus apestosas entrañas, tortura por diversión; entonces, no es extraño que se porte igual o más infame con sus semejantes. Por tanto, estas palabras también describen el comportamiento del hombre con los de su especie.

¿Dónde nace el odio? ¿Qué hace que una persona dañe a otra?, el miedo y la ignorancia vuelven agresivo a cualquiera, podemos decir que este hecho forma parte de un primitivo instinto de conservación; pero hay quien a parte de cobardes e ignorantes, son ambiciosos, crueles ¡y aprovechados! de otra manera no me explico la “persecución de herejes” en los siglos XVI y XVII durante la cual murieron hombres, mujeres, ancianos, doncellas… hasta niños y recién nacidos. De esta brutal cacería logró escapar gracias a su talento Leonardo.

“El hombre universal”, el más brillante y multidisciplinario artista de su tiempo, (igual del nuestro) nació el 15 de abril de 1452 en Anchiano, Florencia. A lo largo de su vida hizo varios descubrimientos científicos, tecnológicos y a pesar de ser un distraído que creaba por impulso, al grado que rara vez terminaba los proyectos que empezaba, realizo varias obras de arte que todavía dejan babeando a generaciones: la famosa “Monna Lisa”, “La virgen de las rocas”, “La última cena”, además de diversos estudios anatómicos como “el hombre de Vitruvio”, un dibujo de cómo luce un feto dentro del útero, esquemas de los órganos sexuales. También diseñó armas y muchas máquinas para volar, su gran sueño.

A pesar de ser amable e inteligente, Leonardo no le caía bien a muchos; ¡no encajaba en la sociedad científica de su tiempo por que no se expresaba “según las reglas”! tampoco agradaba la gente la ciudad que lo creía El- Anticristo (háganme el re fabrón cabor). De hecho, una fervorosa religiosidad se apoderó de los hombres de ese tiempo: todo era pecado, aquello que era nuevo, placentero o bello, era el diablo. El clero no ayudaba, de hecho era el primero en sembrar temor entre las personas, al describir cómo Satanás se adueñaba de las almas, cómo los hechiceros y brujas salían volando por las noches montados en escobas, cerdos, cabras, para festejar aquelarres con (seguro que les brillaban los ojitos al decirlo) tremendas e incestuosas orgías. Por eso se dedicaban a detectar cualquier señal del demonio, si un niño nacía pesando más de lo normal o se alimentaba en exceso ¡hijo del diablo seguro!

La misma gente encontraba a Lucifer en cada esquina “Una niña de diez años, contaba a los jueces, que una tarde su patrona le había dado un pan con manteca y algo que tenía un sabor agridulce muy agradable, era el diablo. Se lo comió, entonces llegó un gato negro, al que siguió a una granja donde se entregó a él, después dio a luz a un gusano blanco con una cabeza grande como la de un niño” (*). Por confesiones como esta, acusaciones de maridos a mujeres, vecinas a vecinos, hermanos a hermanas, gran cantidad de personas fueron quemadas vivas. Una vez muerto el hereje, la iglesia tenía derecho a confiscar sus bienes y los de su familia.

Leonardo de Vinci contemplaba todo eso con desagrado, pero, aunque también se veía amenazado, estaba tan sumido en sus estudios que ni parecía notar el olor a carne quemada que entraba por las ventanas de su hogar. Una vez su taller fue asaltado por fanáticos que buscaban arrebatarle “el clavo que atravesó la mano derecha” de Jesús, mismo que se presumía le había dado su patrón, Ludovico Sforza para colocarlo en la cúpula de una catedral…

Bueno, la cosa estuvo así: Ludovico Sforza, Duque de Milán, subió al poder tras morir su sobrino en 1494, al cual su propio pueblo acusaba de haber envenenado, después fue derrocado por Luis XII, rey de Francia, con ayuda de el Papa Alejandro VI y su hijo César Borgia en 1499. Luego Maximiliano Sforza se apoderó de la corona que posteriormente le arrebató Francisco I, también de Francia. Durante todos estos cambios Leonardo paso pobreza, incluso tuvo que abandonar Florencia a ratos, pero su vida siempre fue respetada y fue contratado por todos los duques de Milán gracias a su útil genio, incluso se dice que al morir, en 1519, Francisco I sostuvo su cabeza, pues lo consideraba un amigo.

Todas las veces que Leo fue calumniado, agredido o acusado de brujería y sodomía, fue protegido por individuos poderosos. Una ocasión en un duelo de sabios en el que Ludovico estaba presente, Leonardo fue casi obligado a participar, el comenzó a platicar sobre los fósiles, restos petrificados de animales marinos que podían encontrarse en las montañas debido a que antes la tierra estaba cubierta por agua. Doctores y Licenciados de la universidad de Pavía discutieron con él, argumentando que había conchas en las montañas debido a que estas habían sido arrastradas hasta ahí durante el diluvio, o que existían gracias a la influencia de las estrellas en la tierra, lo acusaron de hereje e impío, entonces el Duque se levantó: “Voy a salvar a mi Leonardo”.

Después, hablando con sus amigos Ludovico Sforza dijo, “Tonterías, yo le conozco, es un corazón de oro. Toda la fuerza se le va por la boca, pero en realidad no haría daño a una mosca, se dice que es un hombre peligroso. Los Padres inquisidores pueden gritar cuanto les plazca, pero yo no permitiré que nadie ofenda a mi Leonardo (…) Los artistas son voluntariosos, nada se les puede exigir. Son originales”.

Las personas como Ludo pensaban que De Vinci era extravagante por que hacía cosas como medir el peso del aire, inventar patines para caminar sobre el agua y canoas que se deslizaban sin remos. Sus discípulos sentían una especie de extraña atracción hacia aquél hombre que nunca se enfadaba, gastaba grandes sumas de dinero en proyectos que luego botaba, o comprar aves para dejarlas libres, dejándoles muchas veces sin presupuesto para comer, Andrea Salaino uno de los más queridos por Leonardo decía: “!Ese es el hombre puro que protege las bestias, se abstiene de su carne y levanta a un gusano para que no se le pise! Lo uno y lo otro juntos. Hoy, el último entre los últimos; mañana, un Jano de doble rostro; el uno vuelto hacia Jesucristo; el otro, hacia el Anticristo. Averigua cual de los dos es sincero, ¿o acaso los dos son sinceros? ¡Y todo eso con el corazón alegre, lleno de la belleza seductora, como jugando!

Mientras Giovanny Beltraffio parecía hechizado por el misterio de este genio, lo mismo le temía que le adoraba, pues a veces creía los rumores de que Leonardo era el demonio (mi vido), Zoroastro trabajaba a su lado sin descanso en la creación de aparatos para volar que él mismo probaba (con terribles y cómicos resultados) el pequeño Giacopo era un maldoso que sólo se aplacaba frente su querido maestro, todos en algún momento renegaban de él, pero le tenían una gran admiración. Así era De Vinci, inventaba máquinas de guerra, pero la detestaba, descifraba con precisión matemática las proporciones del rostro lleno de dolor de Sforza al fallecer su esposa, sin un rastro de compasión, pero reía como un niño al observar el vuelo de una mariposa.

En este aspecto el artista me recuerda a Abraxas, un antiguo dios que reunía el bien y el mal en su ser, un ser completo, luz y tinieblas, al mismo tiempo, Nada es blanco o negro. ¡Igual que la naturaleza!



(*) MEREJKOVSKY DEMETRIO, Leonardo de Vinci (el romance de su vida) editorial Diana.

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