UN OJO AL GATO
Presenta:
El niño que escupió su esqueleto, segunda parte.
(Cuentos de miedo y ternura)
Segunda parte.
La mamá de Rodrigo, subió las escaleras y éste, instintivamente se alejó de la puerta, fue sorprendente para él descubrir ella atravesaba sonriente el umbral, -bueno- dijo- si tienes hambre vamos a alimentarte, vamos a la cocina- Rodrigo babeo un dócil ruidito.
Sorprendido y feliz de que su madre no le gritara se dejó instalar en la silla –hay pollo- anunció la señora Ayayay, después llenó un plato y lo medio partió, con tenedor en mande puso un bocado frente a Rodrigo.
.Come-
La carne tenía mal sabor, aún así el niño trataba de comer por que no quería que mamá se fuera o se enfadara, pero por más rápido que tragara, ella le mantenía la boca llena, atarragándolo.
-¡Come! ¡Sigue comiendo!- gritó de pronto la señora, mientras empujaba el tenedor con todas sus fuerzas, -¡Come! De pronto Rodrigo comenzó a toser, por que se le había atorado un hueso de pollo en la garganta, arrojó un pedazo ensalivado de pollo a medio masticar, -¿Qué te pasa?-
Rodrigo boqueaba y en vano trataba de explicarse, pero tampoco sabía hablar, sólo balbuceaba y escupía comida por todos lados lanzando manotazos. La señora Ayayay comprendió y con la palma dela mano dio algunos golpes en la espalda de su hijo, luego dio otro más fuerte, otro y otro más, hasta que le dio uno tan fuerte que la hizo feliz.
Sentía una liberación tremenda a cada palmada, así que siguió pegando con todas sus fuerzas, entre más golpes daba, mejor se sentía, le pego tanto que Rodrigo no sólo escupió el hueso de pollo, si o que también empezó a escupir (uno por uno) sus propios huesos, ¡allá iba el cráneo!, por allá una vertebra, una costilla.
-¡Muy bien! ¡que salga todo!- gritaba divertidísima mamá, mientras continuaba golpeándolo, hasta que todos los huesos de Rodrigo formaron un montoncito roji-blanco en el piso y él quedó vacío, un saco de carne largo y blandico como un gusano.
El niño ya no se movía, sólo quedaba su madre riéndose, y riendo se fue a buscar un palo, un palo bien grande para seguirle pegando, así disfrutar de esa sensación tan grata, cuando volvió con un bat de base ball, recuerdo de esperanzas pasadas, esperanzas en un hijo que fuera el mejor de la clase, al que llevaría todos los fines de semana al parque y que un día entraría a la mejor universidad.
Cuando se acercó, Rodrigo levantó la cabeza, se había vuelto flexible como una cuerda, - Rodrigo, no es de buena educación andar con los huesos de fuera – dijo la señora Ayayay levantando el bat para castigarlo. Fue entonces cuando el niño, enredándose en su cuello la estranguló.
Fin.
lolita_ninful@hotmail.com
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